El corsé que salvó a la reina

La prenda que impidió que el puñal del clérigo Martín Merino cumpliera su objetivo, permanece en Arnedo durante la exposición de La Rioja Tierra Abierta cedida por el Museo Arqueológico de Madrid.

El 2 de febrero de 1852, Isabel II se disponía a salir del Palacio Real para presentar a su recién nacida infanta en la Basílica de Nuestra Señora de Atocha, presentación que tuvo que ser aplazada, ya que el sacerdote nacido en Arnedo y residente en Madrid tras su exilio en Francia, Martín Merino, se arrodillaba ante ella para entregarle un pergamino, maniobra que utilizó para colocar una puñalada con la intención de quitarle la vida.

La reina se desplomó cayendo de espaldas con la infanta en brazos, los guardias llevaron con rapidez y en volandas a su alteza hasta sus aposentos, donde se recuperó con prontitud, pues el resistente Corsé tejido con barbas de ballena y recamado de oro, no permitió que el puñal de 20 centímetros hiciera su función, provocando un rasguño que tiñó de sangre su ropa interior.

El sacerdote, detenido, fue rápidamente juzgado y condenado al garrote vil, método por el cual fue ajusticiado ante una multitud el 7 de febrero, a la misma hora que se produjo el atentado, y posteriormente incinerado para evitar exaltaciones posteriores a su persona.

Isabel II donó los vestidos que llevaba ese día, aunque el corsé permaneció guardado durante casi treinta años en el Palacio Real de Madrid. En 1871, fue donado al Museo Arqueológico Nacional por el Rey Amadeo de Saboya. Hasta el próximo 29 de octubre, descansará en Arnedo.