Discurso de la presidenta del Gobierno de La Rioja, Concha Andreu, durante el acto institucional por el día de La Rioja, celebrado este martes 9 de junio de 2020, a las 12 horas, en San Millán de la Cogolla, al que ha acudido el alcalde de Arnedo, Javier García, en representación del municipio.

Excelentísimo presidente del Parlamento, excelentísima delegada del Gobierno, alcaldesa, excelentísimas e ilustrísimas autoridades, queridas amigas y amigos que nos acompañáis.

Dentro de unos años, con toda seguridad alguien nos preguntará: ¿Cómo celebrasteis en 2020 el “Día de La Rioja”?

La pregunta, cabe imaginar, vendrá seguida de otras, asociadas a ésta: ¿Pudisteis ir a San Millán? ¿Quiénes asistieron al acto? ¿Hubo discurso institucional? ¿Qué se dijo en él? ¿Se entregaron medallas?

Preguntas que esta mañana anhelamos se refieran para entonces a un pasado cuyas secuelas podamos considerar mitigadas.

Preguntas formuladas desde el futuro, sobre cuyo rostro, sin embargo, seguimos todavía hoy haciéndonos preguntas.

Porque nada –ya sea actividad, previsión o proyecto– ha podido quedar al margen de la situación que estamos viviendo desde el mes de marzo. Porque nadie –en su ánimo, salud, familia, entorno, trabajo o responsabilidad de gobierno– ha resultado intacto, de un modo u otro, a causa de sus efectos. De su impacto en todos los órdenes de nuestra vida cotidiana, que no había conocido hasta ahora un giro semejante.

Y todo esto, a lo largo de unos meses de extrema dificultad en la gestión emocional, material y política de los hechos sobrevenidos. De dificultad desconocida, en su azote y belicosidad, para las generaciones que habíamos construido, en democracia, la España y La Rioja contemporáneas. Y de una forma inusitadamente trágica, cruenta, para las generaciones anteriores, nuestros mayores, a quienes debemos todo lo que somos. Testigos, en el turno de la Historia, de una España y de un mundo que les enfrentó a muy graves conflictos, convulsiones y carencias de las que salieron con sacrificio y trabajo a la vez que se preocupaban de nuestro crecimiento, de nuestra salud y de nuestra educación: “De sacar adelante” –y ésta es la expresión– a sus hijos y a su patria.

La vileza de esta pandemia nos ha impedido incluso reconocerlo y agradecerlo en cada caso. Despedirnos como merecían; como hubiéramos deseado hacerlo. Con amor y en justicia.

Población, administraciones y recursos han sido sometidos de manera súbita a un estrés sólo comparable en su intensidad al grado de infinita tristeza que este duelo nos ha producido; que nos produce.

Pero estamos, de nuevo, en “salir adelante”, y ahora nos toca a nosotros. Por eso a quien nos pregunte en un futuro le responderemos: celebramos, sí, el Día el de La Rioja de 2020. En fecha, el 9 de junio. En su lugar, San Millán de la Cogolla. Asistió una representación de la sociedad riojana, por supuesto. Se entregaron medallas, que subrayaremos, eso sí, fueron mucho más que medallas, y explicaremos el por qué. Era mi primer Día de La Rioja como presidenta y sí, hubo un discurso institucional. Un discurso para un acto que quería ser menos político que nunca. Para un día que no era el del Gobierno de La Rioja, sino el de todas las riojanas y riojanos.

Preguntas añadidas a otras muchas preguntas, claro, sobre esta época extraña, que ha rivalizado con la ficción en sus perfiles más imprevisibles. Que ha rivalizado con un mal sueño en el tiempo que cuesta averiguar cómo y cuándo se despierta de él.

Pero estamos en despertarnos, ya lo estamos haciendo, y responderemos a quien pregunte en un futuro que volvimos a San Millán porque este valle, sabio, verde y luminoso, nos sana del dolor, del cansancio y de la angustia. Porque nos era necesario, imprescindible, reunirnos hoy aquí. Más que nunca antes.

Como también cobra más sentido y razón que nunca antes el celebrar este año el Día de nuestra Comunidad. Acogidos por estos muros centenarios, espectadores de otros episodios críticos del devenir de la Región y que en 2020 nos vuelven a invitar al recogimiento y a la memoria.

Ya hemos podido comprobar hasta qué punto la reflexión, la recapitulación, han resultado en estos días de aislamiento e incertidumbre tan valiosos como un protocolo de higiene o de seguridad. Hoy encontramos en este monasterio una morada que es extensión del refugio en lo esencial que hemos buscado día tras día y noche tras noche. Y un ejemplo emblemático de la vida en comunidad.

Estamos en volver a revalorizar esa vida, que nos une y nos sustenta, y responderemos a quien nos pregunte en un futuro que circunstancias como las que atravesamos en 2020 son las que de verdad ponen a prueba el sentimiento, la constitución y la cohesión de una Comunidad.

Nunca antes como ahora, la idea de Comunidad se ha demostrado más estéril cuando pretende clausurarse en un territorio o en tópicos identitarios. La realidad que nos ha alcanzado últimamente ha certificado lo que ya sabíamos: que ya no existen comunidades grandes ni pequeñas. Que problemas de la dimensión de esta pandemia nos sitúan sobre un mismo espacio y sobre un mismo tablero de decisiones y de movimientos.

La Rioja, durante esta crisis global, ha sido España y el mundo. Y, en consecuencia, las actuaciones tampoco pueden ser aisladas o excluyentes. Ni mucho menos contradictorias.

La palabra “Comunidad”, esta mañana, aquí en San Millán, no nos suena como un término meramente administrativo. No consiste sólo en un asunto de política territorial. Sino de política vital. Ahora es cuando hay que revalidar que somos Comunidad. Y sólo siéndolo y reforzando esa conciencia de sociedad podremos concentrar los ánimos, los medios y las soluciones. Y hallar la vía adecuada. Nada de ello vendrá dado, por supuesto; menos aún en la situación límite que conlleva una pandemia planetaria, sino que habrá de ser producto de acuerdos en lo básico. Algo que no excluye –ni puede hacerlo– los criterios o los diagnósticos procedentes de planteamientos paralelos o hasta discrepantes en algún punto acerca de las salidas.

Pero esta discrepancia, legítima, no puede alejarnos de un compromiso con las exigencias de lo real, de lo real inmediato. Eso no podemos permitírnoslo.

Y a eso nos obliga, y me obliga a mí como presidenta del Gobierno Regional, este 9 de junio de 2020: al empeño –desde la vocación pública que nos concierne– en llevar a cabo todas aquellas políticas sanitarias, estructurales y socio-económicas que consoliden, de ahora en adelante, la defensa de las riojanas y de los riojanos frente a estados de vulnerabilidad y riesgo. Una voluntad que ratifico, con mayor responsabilidad si cabe, y de una forma tan oficial como sentida, ante la memoria de las personas que siendo parte fundamental de esta Comunidad nos han dejado víctimas de la enfermedad contra la que combatimos.

La Rioja es y será cada uno de sus nombres y apellidos. Su recuerdo será siempre nuestro mapa. Cuando nos pregunten en el futuro, responderemos que en cada Día de La Rioja los celebramos a ellas y a ellos.

Al poco de acceder al cargo de presidenta, yo me preguntaba, si bien aún faltaban meses, cuál habría de ser el contenido de mi primer Discurso del Día de la Rioja, jornada y discurso tan señalados por su alto valor institucional. Y creía conocer la respuesta. Ésta pasaba, en la parte que como nuevos gestores nos corresponde, por referirme al seguimiento de aquellos planes de presente y de futuro que habían conformado nuestro programa de autogobierno para la Comunidad. Retos a los que –pese a la urgencia impuesta por la irrupción de la pandemia– no hemos renunciado en absoluto y que permanecen presentes y activados.

La Covid-19 no nos ha doblegado en nuestros compromisos:

Como Comunidad Autónoma, La Rioja está como siempre comprometida con un proyecto común que se llama España, en el que nos reconocemos y al que mostramos nuestra lealtad. Y La Rioja, desde la solidaridad con el resto de España, mantendrá un espíritu de reivindicación y de defensa ante cualquier agravio.

Como Gobierno, mantengo el compromiso de crear una sociedad más justa. Con más progreso económico, más igualdad, más igualdad entre hombres y mujeres, más oportunidades para nuestros jóvenes, defensa de lo público o mayor atención a la sostenibilidad amenazada.

De este tiempo frágil, debemos salir más fuertes, debemos salir mejor. Es la oportunidad de entre todos restaurar el impulso moral que nos permita volar más lejos, sobre todo en los momentos críticos; que nos permita una regeneración y una modernización integrales.

Cuando pensaba en éste discurso, no podía ni sospechar, en agosto de 2019, que sólo siete meses más tarde nos veríamos trasladados de la agenda de gobernanza a un gabinete de crisis sanitaria, sin horas y sin fronteras. Afrontándola con recursos nunca testados en un escenario como el que se nos estaba presentando. Y con todos los problemas, inéditos en su desproporción y malignidad, multiplicándose a una velocidad viral, dentro y fuera de nuestra región.

La percepción de la magnitud de los errores cometidos por quienes han tenido que gestionar un problema es siempre directamente proporcional a la magnitud del propio problema. Somos conscientes de ello. Es una “ley”. Y la asumimos. También lo es el nivel de responsabilidad, de solidaridad y de humanidad que demuestra la sociedad afectada. En este caso, la sociedad riojana. Que se ha comportado en todo momento a la altura del calibre de este enorme drama; cada cual en las tareas que caracterizaban su normalidad: la educación, los medios de comunicación, el campo, la alimentación, la farmacia, los servicios, los empleados públicos de todas las administraciones o los trabajadores de servicios esenciales.

Podemos sentirnos tan conmovidos como orgullosos por la resistencia demostrada y por la convicción en superar la calamidad.

En esta doble vertiente, política y cívica, desde el Gobierno de La Rioja, no tenemos más que, por un lado, recapacitar sobre el curso que han manifestado los acontecimientos y sobre el papel que el propio Gobierno y su equipo, en primera instancia, han realizado en su gestión. Y por otro lado, demostrar esta mañana del 9 de junio de 2020 en San Millán, una gratitud sin tasa para con aquellas personas y cuerpos profesionales que, arriesgándolo todo, incluida su vida y la de los suyos, han hecho posible que hoy estemos aquí. No sólo nosotros, sino toda la Comunidad.

Por eso, el Gobierno que presido será el primero en evaluar junto a los aciertos, los errores cometidos. De los aciertos, no nos interesa obtener más rédito que el haber cumplido con nuestro deber y haber contribuido a paliar el golpe de la pandemia. Conscientes de que este logro, indudable y reconocido por observadores externos, en modo alguno es sólo atribuible al Gobierno sino participado por la Comunidad en general y por sus órganos de administración.

Y en cuanto a los errores, extraer conclusiones rigurosas, invirtiéndolas en un autoanálisis que nos conduzca a evitarlos en el futuro, habilitando nuevos recursos y procedimientos y cubriendo los flancos que nunca debían haber sido descuidados. Sin duda, cuatro meses después, sabemos más.

Vendrán otros problemas. Pero para tenerlos y sobre todo para solventarlos es necesario seguir vivos. Y juntos. No existe protocolo más eficaz que éste.

Pido, por tanto, desde esta tribuna a mis compañeros en la actividad política, independientemente de las siglas de partido, unidad, unidad de acción y orden de prioridades, porque la división realimenta la confusión y desmoraliza a la sociedad. Las riojanas y los riojanos no lo entenderían. Y nos lo demandarán.

Nadie se equivoque: el enemigo se llama Covid. Y es un enemigo común, que no entiende de siglas y contra el que no sirven, ni en el marco regional, ni en el nacional, ni en el internacional, estrategias divergentes o encontradas.

A quien nos pregunte en el futuro, les contaremos lo que hicimos este día, su razón última: rendir honores y tributo, de corazón y públicamente, con la máxima solemnidad, a quienes literalmente les debemos la vida. A sabiendas de que no será nunca un agradecimiento suficiente. A sabiendas de que no pudimos ofrecerles siempre lo que necesitaban para ayudarse y ayudarnos.

Mujeres y hombres que han trabajado en los días más oscuros de la pandemia al límite de sus fuerzas, en una línea de peligro real, creando iniciativas, soluciones, propuestas, caminos. Mujeres y hombres que han llegado a contraer la misma enfermedad contra la que luchaban para el prójimo. Como si este prójimo fuera su propia familia o sus amigos más queridos. Sin distinción. Mujeres y hombres que han ido más allá de sus obligaciones, en la entrega, en el trato, en el afecto, en la ayuda, en el consuelo. En momentos que eran imposibles, de todo punto.

No cabe la menor duda que en este Día de La Rioja no habría ni una sola riojana ni un solo riojano que no se hubiera ofrecido a imponer con sus propias manos los galardones que hemos decidido otorgar. Además de estrecharse en un gran abrazo, si esto fuera posible. Hubiéramos visto formarse una inmensa fila para hacerlo.

La medalla de La Rioja ha sido para el personal sanitario y socio-sanitario de nuestra Comunidad y la de Riojano de Honor para Jesús Gayoso Rey, teniente Coronel Jefe del Grupo de Acción Rápida de la Guardia Civil. En su persona, además del reconocimiento de un líder con independencia de su rango, La Rioja ha querido hacer extensiva su gratitud a la labor fundamental –en asistencia, desinfección y logística– que han realizado durante la pandemia las fuerzas y cuerpos de Seguridad del Estado: Guardia Civil, Policía Nacional – sin olvidar la labor realizadas por las policías locales- y Ejército; con mención especial a Unidad Militar de Emergencias, la querida UME.

Y lo hago desde el orgullo como riojana de celebrar una circunstancia difícilmente repetible: el que los directores-jefes de los dos cuerpos sean riojanos. Don José Ángel González Jiménez, de Aguilar del Río Alhama y don Pablo Salas Moreno, de Corera.

En el caso de las medallas que hemos otorgado hoy , el honor ha sido nuestro al haber podido entregarlas, humildemente, a tan ejemplares servidores de la sociedad.

Y esto responderemos, en fin, a quien en un futuro nos pregunte: ¿cómo celebrasteis en 2020 el “Día de La Rioja”?    

Por último, no les pido, hoy menos que nunca, un aplauso para mis palabras; sino para quienes desde hace meses hemos aplaudido cada tarde, a las ocho, desde el balcón. De nuevo, para ellas y para ellos.